febrero 17, 2009

Recorrido


EL SILENCIO DE LOS GATOS




Durante la noche la casa tiene algo de antiguo en sus muros altos y empedrados, en sus rejas negras y pilares griegos, en sus rincones silenciosos y los ventanales oscuros reflejan a quienes miran con el temor de ver algo más. Bañada con poca luz resalta los vestigios de la casa modelo que fue cuarenta años antes. Sin embargo, a las dos de la tarde tan solo es visible una casa vetusta, agrietada y en el pórtico una señora que parece haber envejecido junto con ella. Una mujer menuda rodeada de muchos gatos. Parece ser reservada, de pocas palabras pero al acercarse a entablar una conversación el espejismo se desvanece.

- Soy Jannet- suelta la señora moviendo su boca tan agrietada como los muros.

La pregunta no le toma por sorpresa, pues ha sido advertida acerca de la entrevista, pero su voz es espontánea y da esa impresión

-          ¿Cree usted en lo sobrenatural?

Una sonrisa. Luego un risita inesperada. Ahora sí le sorprende la pregunta. No es irónica, hay algo de honestidad en sus ojos y sus labios que contestan sonriendo.

-          Sí, pues la verdad sí creo en lo sobrenatural.

-          ¿Alguna experiencia memorable?

 

Pensativa, agarra uno de sus gatos sin mirarlo y continúa pensando, mirando el cielo, las estrellas que no se ven pero que seguro presiente. Contesta sin bajar la mirada inmediatamente.

-          Muchas cosas. Algunas muy tristes otras que marcaron mi personalidad. Es difícil elegir una pero recuerdo una vez cuando vivía con mi abuela que solía asustarme la idea de que el diablo jugara con mi nombre. Tanto me atemorizaba que cuando mi abuela me llamaba yo no iba nunca. Estaba convencida de que era el diablo y una vez escuché que mi abuela gritaba y salí corriendo a buscarla. En el camino recordé que ella no estaba, que se había ido a hacer las compras. Eso me traumó por mucho tiempo.

-          ¿Entonces cree en el diablo?

-          En el diablo, en el cielo, en el infierno y en los ángeles. Todos son la misma cosa. Pero eso era entonces, ahora ya nada me asusta.

-          ¿Y los rumores que se cuentan ahora de su casa?

 Vuelve a sonreír. Ahora los gatos se quedan quietos, parecen escuchar.

-          Los he oído y algunos son ciertos. 

-          ¿Cómo cuáles por ejemplo?

-          Bueno sé que dicen que estoy muerta. Eso no es verdad desde luego (ahora una carcajada simpática) pero sí penan en mi casa. Es mi esposo fallecido hace quince años. Pero es inofensivo.

-          ¿Cómo se presenta su esposo?

 

Se pone seria de pronto. Sus ojos parecen perdidos. En otro lado. En otro tiempo.

-         Viene a visitarme. El sabe que estoy sola así que me hace compañía. Los gatos son los primeros en darse cuenta. A veces no se lo ve pero se lo escucha. Él solía hacer mucho ruido. Se tropezaba con todo siempre. Por eso sé cuando está en la cocina o cuando ha entrado en alguna habitación.

-          Pero ¿sí lo ha visto?

-          Una vez. Estaba sentado en el filo de mi cama. Se lo veía triste. Como si se sintiera avergonzado de su estado. Al principio no supe si estaba soñando pero le hablé y creo que lo ayudé a sentirse mejor, desde entonces no se ha dejado ver. Tiendo a creer que está feliz.

 

Uno de los gatos entra a la casa como llamado por algo. Jannet se mantiene inmutable. Pese a la pausa no espera la siguiente pregunta.

-          Pero Carlos (el nombre de su esposo) no es lo único extraño que pasa en la casa. Los gatos también.

-          ¿Los gatos? 

-        Sí. Ellos parecen todos fantasmas. A veces pienso que no existen. Que solo imaginación mía. Se mueven por toda la casa a gusto y suelen aparecer en cualquier parte. Pero lo que más extraño me parece es que no dicen nada. Ninguno de ellos maúlla, jamás. 

Solo quedan dos gatos, los demás se han entrado en la casa poco a poco. Los restantes parecen estatuas. Parecen replicar a su manera. En silencio.

-          ¿Cómo los obtuvo?

-          Dos de ellos eran de Carlos, el resto apareció poco a poco. Ya estoy ciega y no puedo distinguir a los de Carlos, pero creo que son estos dos  (agarra a uno de ellos)  que siempre me siguen.

-          ¿Su esposo falleció en esta casa?

-          Así es. Se atragantó con un pedazo de carne hace quince años. Pudo haberse salvado pero yo no supe qué hacer.

Jannet ha soltado algunas lágrimas y parece oportuno dejarla con sus recuerdos. Son casi las tres y aún queda tiempo para que la casa se transforme en mansión. No hubo señales de Carlos durante la conversación. Pero los gatos estuvieron en silencio. Al despedirnos de Jannet y alejarnos por la calle la duda en si voltear o no aparece. ¿Qué tal si solo encontramos un montón de gatos en silencio cuidando la casa?


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