febrero 17, 2009
Recorrido
Una sonrisa. Luego un risita inesperada. Ahora sí le sorprende la pregunta. No es irónica, hay algo de honestidad en sus ojos y sus labios que contestan sonriendo.
- Sí, pues la verdad sí creo en lo sobrenatural.
- ¿Alguna experiencia memorable?
Pensativa, agarra uno de sus gatos sin mirarlo y continúa pensando, mirando el cielo, las estrellas que no se ven pero que seguro presiente. Contesta sin bajar la mirada inmediatamente.
- Muchas cosas. Algunas muy tristes otras que marcaron mi personalidad. Es difícil elegir una pero recuerdo una vez cuando vivía con mi abuela que solía asustarme la idea de que el diablo jugara con mi nombre. Tanto me atemorizaba que cuando mi abuela me llamaba yo no iba nunca. Estaba convencida de que era el diablo y una vez escuché que mi abuela gritaba y salí corriendo a buscarla. En el camino recordé que ella no estaba, que se había ido a hacer las compras. Eso me traumó por mucho tiempo.
- ¿Entonces cree en el diablo?
- En el diablo, en el cielo, en el infierno y en los ángeles. Todos son la misma cosa. Pero eso era entonces, ahora ya nada me asusta.
- ¿Y los rumores que se cuentan ahora de su casa?
- Los he oído y algunos son ciertos.
- ¿Cómo cuáles por ejemplo?
- Bueno sé que dicen que estoy muerta. Eso no es verdad desde luego (ahora una carcajada simpática) pero sí penan en mi casa. Es mi esposo fallecido hace quince años. Pero es inofensivo.
- ¿Cómo se presenta su esposo?
Se pone seria de pronto. Sus ojos parecen perdidos. En otro lado. En otro tiempo.
- Viene a visitarme. El sabe que estoy sola así que me hace compañía. Los gatos son los primeros en darse cuenta. A veces no se lo ve pero se lo escucha. Él solía hacer mucho ruido. Se tropezaba con todo siempre. Por eso sé cuando está en la cocina o cuando ha entrado en alguna habitación.
- Pero ¿sí lo ha visto?
- Una vez. Estaba sentado en el filo de mi cama. Se lo veía triste. Como si se sintiera avergonzado de su estado. Al principio no supe si estaba soñando pero le hablé y creo que lo ayudé a sentirse mejor, desde entonces no se ha dejado ver. Tiendo a creer que está feliz.
Uno de los gatos entra a la casa como llamado por algo. Jannet se mantiene inmutable. Pese a la pausa no espera la siguiente pregunta.
- Pero Carlos (el nombre de su esposo) no es lo único extraño que pasa en la casa. Los gatos también.
- ¿Los gatos?
- Sí. Ellos parecen todos fantasmas. A veces pienso que no existen. Que solo imaginación mía. Se mueven por toda la casa a gusto y suelen aparecer en cualquier parte. Pero lo que más extraño me parece es que no dicen nada. Ninguno de ellos maúlla, jamás.
Solo quedan dos gatos, los demás se han entrado en la casa poco a poco. Los restantes parecen estatuas. Parecen replicar a su manera. En silencio.
- ¿Cómo los obtuvo?
- Dos de ellos eran de Carlos, el resto apareció poco a poco. Ya estoy ciega y no puedo distinguir a los de Carlos, pero creo que son estos dos (agarra a uno de ellos) que siempre me siguen.
- ¿Su esposo falleció en esta casa?
- Así es. Se atragantó con un pedazo de carne hace quince años. Pudo haberse salvado pero yo no supe qué hacer.
Jannet ha soltado algunas lágrimas y parece oportuno dejarla con sus recuerdos. Son casi las tres y aún queda tiempo para que la casa se transforme en mansión. No hubo señales de Carlos durante la conversación. Pero los gatos estuvieron en silencio. Al despedirnos de Jannet y alejarnos por la calle la duda en si voltear o no aparece. ¿Qué tal si solo encontramos un montón de gatos en silencio cuidando la casa?
Leyenda
Pero, ¿Qué tan aceptada es esta creencia? De una encuesta que se realizó a 150 personas los resultados fueron que 27 personas no creían mientras que de las restantes 123, setenta mencionaron que creen en el mal de ojo por que ha sido un conocimiento de herencia familiar y las otras cincuenta y tres dijeron estar conscientes que es una superstición pero que igual creen.
La mayoría de las personas están convencidas que la cura más efectiva para el mal del ojo es pasarse el huevo o realizarse una limpia.
Erica Gómez, madre Ximena de 4 años, asegura que su hija ha estado “ojeada” como resultado de la mirada de envidia de muchas personas. Dice Gómez que la niña estaba con una pesadez en el cuerpo, tenía mucho sueño y no tenía deseos de levantarse de su cama hasta que le aconsejaron llevar a la niña a un curandero. Según Gómez en el transcurso de los días del tratamiento Ximena fue sintiendo mejoría y al término del tercer día de tratamiento la enfermedad había desaparecido.
“Los remedios no le hacían efecto y ella empeoraba.
Me dijeron que la lleve a una curandera que se llama
Zoilita que le hizo un tratamiento de tres días con limpias
de una hora y luego le pasaba el huevo rezando una oración”
Zoilita menciona que hay muchas maneras de evitar el mal de ojo pero que ella prefiere esta: en un vaso con agua poner dos rosas, una blanca y otra roja, durante toda una noche de luna llena. Luego se las pone en medio de una vela blanca mientras se reza lo siguiente:
Aparta de mí el mal de ojo,
de aparta de aquí la mala suerte,
a aparte de mí lo que me duele,
apartame de magias negras,
protégene de rituales fuertes,
que vuelva a ser una persona feliz y alegre
El mal de ojo es un fenómeno socio-cultural funcional que ciertas veces es usado sin que la persona sepa que tiene FUERZA EN